Acudimos a las 3:00 de la tarde de nuevo a la cárcel de menores (Centro de Internamiento para Adolescentes). Hoy hay fiesta. Tico Orozco, Ale Santos, Gilberto Corrales, Felipe Tútuti, Carlos Valdés e Issa Tuxpan decidieron que presentarían la obra “La Marcha de Siqueiros” en la cárcel de menores y que reconstruirían toda la tecnología a cambio de actores en vivo (jóvenes presos) que la harían de jóvenes presos.
Es una audacia y una gran generosidad del grupo de participantes quienes, sin cobrar nada, con gran esmero y verdadero amor desean que estos muchachos que son tocados por el esfuerzo teatral no vuelvan a reincidir, y por lo pronto reciban un cambio de ambiente que los hace felices. Siqueiros vuelve a discutir con los carceleros, vuelve a regañar a los abogados, vuelve a pelear con Monard (el que sí mató a Trotsky). Lo vemos genial en la presentación de Tútuti en un monólogo largo, intenso, bien dicho que nos obliga a no perdernos una palabra.
El director Gilberto Corrales hace acrobacias para traducir esta extraordinaria obra del teatro Esperanza Iris de la Ciudad de México a un patio de cárcel verdadera, rodeado de atalayas vigilantes. El grupo de productores permite que los jóvenes presos escapen a otra fantasía y se sumerjan en algo nuevo (para ellos), diferente, que se les regala con gran amor y voluntad.
Trotsky sale del olvido junto con Adolfo López Mateos, la Poniatowska, el director Luis Buñuel y un poco de Frida Kahlo y Diego Rivera, que fueron integrantes de los acontecimientos de la vida real.
La Marcha de Siqueiros muestra la profundidad y habilidad de Bárbara Perrin y Daniel Salinas en otro contexto y en otra realidad.
¿Quién osa con audacia ir a contar historias de presos a los jóvenes presos, donde se habla de irrumpir las paredes y transportarse a un mundo de creatividad e imaginación? ¿Quién se atreve a decirle a los encarcelados que hay un mundo de esperanza después?
Entre más medito en lo ocurrido más me impresiona el amor a la humanidad mostrado por el equipo que realizó la presentación en la cárcel de menores.
Brindo por los que crearon la obra y la hicieron posible. Brindo por el gesto humanista de presentarla generosamente y con audacia en la cárcel. Salud y mil triunfos más.
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